La flor es la mayor belleza de la energía femenina.
Representa toda la pureza que en ella se muestra, es sin esperar.
Crece sin buscar. Nada necesita sino a su plena entereza. Siente y se deja bañar por la luz, se abraza a sí misma por la noche, permite que el agua cale en lo más profundo de su ser.
Es ella misma, se ama sintiéndose completa. Sin buscar que la miren, sin envidiar a otras, crece para sí misma y disfruta de la vida sin pensar en el tiempo o en lo que vendrá.
La calidez que en un baile se puede palpar cuando dos almas se sincronizan.
Los sucesos que a nuestro andar transcurren, ¿qué indican? Una llamada a mirar lo que eludimos con el hacer.
¿Qué mal hay en dejarse llevar por el momento?
Cuando con el ruido dejamos de escuchar los sonidos que están. Parar para eliminar el ruido del ambiente y el de la mente, por eso nos invitan a meditar.
No por buscar una iluminación que caiga de la nada y una mente en blanco que nunca lo puede estar. Sino realmente para escuchar lo que hay en verdad. ¿Qué sientes? ¿Qué piensas? ¿Qué quieres?
Buscamos por defecto llenar el vacío, pero no nos damos cuenta de su importancia, sin el vacío no existiría la materia que conocemos.
Hay más vacío en el mundo que huecos llenos o por llenar. ¿Por qué? ¿Para qué?
Tal vez porque es más valiosa una hora premeditada llena por una mera reflexión que un instante de acción.
La realización de un acto es muy breve y se esfuma en el tiempo, nadie recuerda el momento pues es muy intenso y breve. Sin embargo, la espera, es lenta; pide paciencia y constancia y, a veces, un esfuerzo sobrehumano que llenamos con esperanza.
Valoramos lo que deseamos emprender en verdad, si vale su coste, su esfuerzo y desgaste. Los recursos son valiosos pero no ilimitados.
Por eso una paciencia bien cultivada y saber esperar con un buen análisis vale más que mil fragmentos construidos.
Acumular te hace olvidar; una mínima cantidad, al contrario de la vivencia en escasez, es de incalculable valor, pues lo cuidaremos porque es lo que seguro tenemos por ese tiempo.
Crear, crear, construir,… hace divagar al más veterano.
Cuanto más sabio es el hombre menos busca llenar ese vacío.
Porque conoce el poder que contiene. Pues es la infinidad. Allí donde nada hay puede habitar el Todo. Donde ocupado está, ¿qué más queda por poner?
Es el temor al qué dirán y a ese reconocimiento que mal usado y explicado está. Nos hace dudar y llevamos a cabo acciones que en su mayoría de veces nos arrepentimos.
¿Por qué? Por el qué dirán.
¿Qué está bien? ¿Qué está mal? Ninguno de los dos existe ya. Centrados debemos estar en aquello que da lugar y vida a nuestro ser y fuero interno.
Si llenáramos nuestro tiempo en hacer aquello que deseamos de corazón poco mal habría en ese andar, porqué nuestro foco estaría tan focalizado en trabajar y esforzarnos para y por nosotros que el recelo y la envidia disminuirían hasta su desaparición.
Los humanos no evolucionan porque no quieren, en su mayoría nublados están por conseguir lo que en una película les contaron que querían tener.
Olvidándose en verdad de lo que su corazón les dicta ya.
Enferman y se accidentan por correr más de lo que deben, buscando aquello que no saben que quieren.
Dulce verdad, pero amargo andar.
Fácil es en realidad, ¿qué sientes? ¿Qué quieres?
Ningún miedo habría al cambio pues cuando sigues el sentir, el cambio está inscrito en él. Hoy no es el ayer y menos se acercará al mañana.
Aunque en apariencia pueda hacernos dudar de tal verdad.
¿Qué es verdad? Nada.
Vivimos en un mundo creado tras un velo ilusorio para despertar de este sueño, que pesadilla algunos consideran. Siente, deja que te guie tu sentir.
Este te llevará a sonreír, a vivir.
La terquedad y el temor son los que te acercan al acantilado sin saberlo, pues huyen de él pero el no ver, les impide darse cuenta de donde están y a donde van.
Aunque parezca una locura aquello que puedas andar más cerca de tu verdad vas a estar.
Sin temor, pues ningún mal espera a aquellos que saben escuchar.
Adictos a la evasión son aquellos que su corazón evitan escuchar.
Tan dañino es trabajar sin control ante el dolor como quien toma alucinógenos para encontrar al Señor.
A Dios no se le puede encontrar. Todos formáis parte de él y él de vosotros. Se puede llegar a sentir pero jamás ver ni tocar.
No porque no se pueda o esté vetado, sino por su propia naturaleza.
El aire lo sientes y nadie lo puede ver ni tocar.
Sus efectos puedes ver nada más allá.
Alejarse de aquello que te obliga a dudar de ti, a vivir fuera de ti.
Tu cuerpo es un vehículo que a salvo permite estar a esta pequeña alma que en realidad viene a jugar.
Cuanto más cuides el vehículo que escogiste más fácil será el andar pues difícil es correr y saltar sin una pata de más.
Magia es cuanto sucede a nuestro alrededor cuando nos rendimos en la guerra que por miedo habíamos emprendido, nadie sabe cuándo ni es consciente de cómo terminó en ese camino.
Rendirse no es perder como la mayoría interpreta. Es soltar aquel hierro candente que no eras consciente o no querías aceptar el daño que te hacía aferrarte a ello.
Pocos hay que deciden soltar aquello que les daña. Sin poder más, abren la mano agarrotada y se liberan de la causa del dolor. Su cuerpo entumecido y con sufrimiento por el tiempo que llevaba soportando dicho factor. Empieza a liberarse del dolor, somatiza y molesta, incomoda. Incluso podemos llegar a cuestionarnos si ese acto había sido la decisión adecuada.
Confiando y cuidando el cuerpo y la mente, nuestros escudos en la Tierra, se recuperan, con calma, despacio, con paciencia y comprensión.
Y, en algún momento, recuperamos la vitalidad, la sonrisa y la ligereza.
Tomamos conciencia del desgaste que suponía ir contracorriente. Nos llegamos a preguntar para qué nos habíamos ofuscado por retenerlo en nuestra vida.
Por temor, por obsesión, por capricho, por ego,… miles pueden ser los motivos de nuestro joven ego, que como un adolescente sólo quiere ir contracorriente y llevar la contraria. Buscando sus límites y su lugar en nosotros.
El error que cometemos es darle el timón a un joven inmaduro o abandonarlo a su suerte.
Pide y quiere en verdad que le acompañen. Sintiéndose más capaz, más útil, realizado consigo mismo.
Cuando rechazamos el ego, negamos una parte de nosotros.
Si sólo actuamos desde él nos sentimos vacíos, en una constante búsqueda por comprender, por llenar.
El ego es la materia en sí y el vacío nuestro yo superior que contiene el Todo.
El uno sin el otro a ningún lado van. Por lo que traer el Cielo a la Tierra y mantener los pies en ella cuando surcamos las nubes nos permite estar en sincronía con nosotros.
Del modo más sencillo que nos podamos llegar a imaginar.
Si olvidamos el cuerpo enfermamos, si olvidamos el espíritu enfermamos. Ambos caminos llevan a un fracaso directo.
Más vale con cautela y sin prisa llevar de la mano los dos mundos.
Repetimos, ¿qué prisa hay por hacer? ¿Qué prisa hay por marchar? ¿Qué queremos conseguir?
Desde dónde nos movemos cuando una idea surge y empezamos a mover los hilos para que se dé.
Escuchar el cuerpo para saber el momento en que estamos realmente preparados para recibir.
El cuerpo, como la flor, sabe cuando llega el momento exacto. Las ramas pueden percibir como ríos de agua que sienten y recorren el mundo. Llevando al tronco la información que captan.
Su totalidad permite que pueda llevarse a cabo la danza de la vida.