Sintiéndote en paz con cuanto te rodea, personas o situaciones, es el mejor modo de dejar atrás esa carga que acumulamos por desconocimiento o por miedo. Muchas veces nos quedamos enganchados a una figura, que tiempo atrás formó parte de nuestro camino, por temor a lo que pueda ocurrir si lo dejamos marchar.
Pues tememos sentir culpa por no haber luchado o cuidado lo suficiente.
Cuando con el paso del tiempo nos percatamos que eso pasó a la historia, sin siquiera recordar un ápice de cuando se fue, es porque era una carga que llevábamos de más sobre nuestras espaldas. Por el camino habrá momentos en que la mochila que cargas deberás dejar para cruzar un túnel con tus manos desnudas, y tal vez, si vuelves a necesitar ese material o esa compañía en el próximo cruce te lo volverás a encontrar, como si el tiempo jamás os hubiera separado.
Dejar ir es doloroso pues algunas veces no comprendemos que aunque sea la combinación adecuada tal vez no sea el momento, no sea la vida o, forma parte de la prueba de vida que tienes que superar.
La comprensión con el todo y las conexiones que tenemos entre nosotros son tan complejas que nuestras mentes no pueden alcanzar a entenderlo.
Vivimos una vida en la que debemos andar sin saber como e ir sin saber donde. Confiando en que sea cual sea la decisión, será la correcta y será para nuestro máximo bien.
Que todo cuanto nos ocurre es para nuestro aprendizaje y para valorar un amor desconocido para el corazón. Pues las vivencias no son más que para aprender que del lado más oscuro de un aspecto o virtud se puede crear el regalo más precioso y maravilloso que te puedes encontrar. Sabiendo que esa situación, incómoda y dolorosa, había sido creada para que conocieras lo que puede hacer el miedo a la vez que valorar cuando se tiene y te dan un regalo, recibiéndolo a cada instante como si fuera siempre la primera vez que se da.
Devolviendo a quien te lo da una gratitud tan inmensa y pura como quizás jamás ha visto.
La luz que habita en nuestro interior jamás puede apagarse, más sin embargo sí puede quedar oculta tras una niebla de miedo, que vuelve tan turbio el ambiente que parezca que una oscuridad tan negra sea nuestra verdadera faz.
Cuando la bruma desaparece con el cambio, los primeros rayos de luz de nuestro interior, empiezan a iluminar como los rayos de Sol de un hermoso amanecer a orillas del mar.
Puede parecer que esos rayos de luz jamás saldrán cuando sólo conoces la tormenta, pero cuando salen y se vislumbra por los rincones más pequeños ya nada los puede apagar.
Es tanta la calma y la calidez que sentimos cuando esto ocurre que por muchas dificultades que vivamos, sentimos la fuerza y el coraje para aguantar el aguacero, pues sabemos que esa luz, esa paz y ese amor, volverán y saldrán de nuevo por el horizonte con más intensidad que antes.
Miedo tenemos al fracaso, llamado así por los humanos, más errar es forma de emprender el camino del sabio.
Ningún sabio ha llegado al final del camino sin haber tropezado por él. Gracias a esas piedras que han dolido en cada encuentro, se han podido volver más comprensivos y han aprendido el valor que tiene cada avance.
Si no supiéramos lo que duele perder el amor, no sabríamos el preciado regalo que tenemos en nuestras manos. Pues por ínfimo que sea, tendrá el mismo valor que un amor que dure mil vidas.
Las tensiones se liberan con cada trazo.
Crear de la nada vida, desplazar objetos con la mente, hasta crear maremotos con el inconsciente.
El amor y la mente de la mano deben ir, guiados por la sabiduría para seguir por el sendero iluminado de la gran Fuente.
Navegar por océanos desconocidos para volver a tierra, y compartir el conocimiento con los que temen desplegar las velas junto con los que las olas llevaron a la deriva.
Salir a la intemperie con la posibilidad de perdición limita el avance del corazón más osado.
Pero el sabio bien sabe que el temor es necesario para mover montañas, pues nos hace ser conscientes de lo que implica y las consecuencias que podemos sufrir, tanto si sale bien como si sale mal, saltando al vacío.
Incluso fallar en nuestra misión convierte al más necio en un gran maestro.
No son las grandes hazañas las que nos hacen resplandecer, sino la fuerza del corazón y la intención del ser de ir hacia su objetivo, hacia donde la brújula de su interior marca el destino.
Mirar atrás sólo para ser conscientes del trabajo realizado, pues muchas veces pensamos y olvidamos que poco hemos recorrido y nunca fue difícil.
Aunque la mirada debe dirigirse hacia delante para seguir avanzando y a los lados para contemplar lo que tenemos cerca en el momento actual.
Amar sin esperar y amar sabiendo que lo tenemos todo. Los cambios de la vida son constantes más el amor ha de ser inamovible ante el cambio, pues todo es amor, todo es amar y en mi interior sólo tengo amor incondicional y universal.
Entregar cuanto recibo, compartiendo los regalos que el Universo tiene para todos nosotros.