
¿Qué podemos hacer cuando estamos demasiado enganchados en el plano mental? ¿Recuerdas cómo se respira o hace rato que no lo haces? ¿Bostezas o tienes la respiración entrecortada?
¿Qué dice tu cuerpo?
Cierra los ojos, siente, respira… Recorre todo el cuerpo con las manos para que la información le llegue al cerebro y, con la mente, repásalo para sentir cómo palpita y emite calor.
La meditación y otras herramientas pueden ayudarnos a tomar conciencia de qué necesitamos como individuos. Aceptar cómo es, qué quiere y por qué razón nos da calma, permite que todo fluya y funcione mejor. Alimentamos nuestro cuerpo con lo que le va bien y sólo nosotros sabemos cómo, física, mental, emocional y energéticamente.
Cuidar este vehículo que actúa como recipiente de esta mente, a veces caprichosa e hiperactiva, como si fuera una niña; nos permite interactuar con la vida nos permite sentir, anhelar, soñar y vivir. Dándole a la mente un receptáculo al cuál regresar cada vez que viaja por el infinito para poder hacerlo de verdad.
La mente corre, idea y sueña, pero el cuerpo, en su silencio, le ofrece un hogar, al cual acudir siempre que lo necesite. Cuando el impaciente pensamiento busca algo que le guíe, sabe que puede confiar en el cuerpo, el cual le guiará sin reproches y será su refugio.
¿Te animas a reconectar con el cuerpo?